Caleta El Cobre: un teatro natural para observar la mágica belleza del Universo

 Caleta El Cobre: un teatro natural para observar la mágica belleza del Universo

“El problema de Chile es que por todo se cobra, todo es por dinero”, dice con cierto disgusto el astrónomo Christian Nitschelm, mientras instala su telescopio Takashi sobre un pesado trípode en el mirador de caleta El Cobre, ubicado una hora al sur de Antofagasta, en el punto más alto de la ruta B-70.

Nitschelm ya perdió la cuenta de la cantidad de veces que ha estado en el mismo lugar, atraído por algún evento astronómico de relevancia o para realizar observaciones gratuitas educativas, junto a quien tenga interés en acompañarlo.

“Este lugar lo descubrí yo, en 2009. Lo vi desde un avión y de inmediato pensé que era un excelente lugar para hacer observaciones. Al poco tiempo comenzamos a visitarlo en un 4×4 porque el camino era pésimo, y cuando el MOP estaba construyendo el nuevo camino, vio que estábamos acá e hizo esta plataforma”, sigue relatando el astrónomo de la Universidad de Antofagasta, mientras golpea con el pie la superficie del terreno compactado.

Este astrónomo francés, radicado en Antofagasta en 2007, tiene una conexión fuerte con el mirador de caleta El Cobre. Fue él quien lo descubrió, lo que ya es bastante. Pero no se quedó sólo en eso. Una vez que el MOP habilitó la plataforma a un costado de la ruta, fue Nitschelm quien junto a profesionales del Centro de Astronomía CITEVA de la UA y un grupo de fieles aficionados a la astro observación, comenzó a habilitarlo.

Así, se construyeron bancas para las largas esperas nocturnas, se puso un cerco de troncos para demarcar el espacio y se instaló un gigantesco letrero de “NO BOTAR BASURA” porque, como suele ocurrir, muchos visitantes ocasionales no respetan esta práctica básica, lo que genera extrema molestia en el astrónomo.

“Por qué no se llevan la basura, por qué los chilenos no cuidan lo que tienen”, repite Nitschelm aún más enojado y con su característico acento francés, mientras levanta del suelo un cuchillo de madera y una chapa de Heineken, olvidados seguramente de algún almuerzo.

Mar de nubes

El mirador de caleta El Cobre está ubicado en el kilómetro 30 de la ruta B-70, que es el camino que conecta la Ruta 5 desde el sector La Negra, con la Panamericana, al norte de Paposo.

Se trata de una amplia explanada situada a unos 1.700 metros sobre el nivel del mar, lo que sitúa al observador por sobre la gruesa capa de nubosidad que ingresa en las tardes desde el mar.

El paisaje impresiona, sobre todo cuando el Sol lanza sus últimos rayos antes de hundirse en la alfombra de nubes, tiñendo de rojo los cerros y alargando las siluetas sobre esta terraza en medio de la Cordillera de la Costa.

El viento es fuerte y helado. Pero ya entrado el Sol, mágicamente se detiene, y entonces el paisaje queda en total silencio. Sólo una golondrina ocasional o algún susurro de los asistentes rompe la magia que inunda el lugar en esos últimos momentos del día.

Nitschelm viste una camisa, pese al frío, y un gorro de Star Wars, obsequiado por su pareja chilena. No cree en los ovnis y tampoco le gustan las películas de ciencia ficción, pero el gorro negro de lana con el nombre de la serie de George Lucas cumple la función de entregar cierto abrigo. Por eso lo usa.

El motivo de la visita es presenciar el último eclipse de Luna de 2021, registrado la madrugada del viernes 19 de noviembre.

Unas veinte personas se dieron cita en el mirador para esperar el acontecimiento, que alcanzó su máxima expresión a las 6.09 de la madrugada, con un 97% de cobertura.

Visitantes

Desde que comenzaron estas visitas, en 2012, unas 2.500 personas han acompañado a Christian Nitschelm al mirador de caleta El Cobre para presenciar algún evento especial, como parte del programa Astro Aventura, del CITEVA.

La mayoría de los espectadores sólo asiste una vez, otros lo hacen ocasionalmente, pero un pequeño grupo, de unas 15 personas, se han convertido en acompañantes habituales del investigador.

Cecilia Muñoz es un caso emblemático. Esta mujer se interesó en las salidas astronómicas en 2012 y comenzó a asistir a ellas regularmente. Hoy es la asistente personal de Christian Nitschelm y la encargada de pasar lista a las personas que llegan al mirador.

“Este tipo de experiencias son muy escasas, porque son gratuitas y puedes conversar directamente con un astrónomo. A mí me fascina venir, hago todo lo posible por estar acá cada vez que hay una observación”, comenta la mujer.

Claudia Aravena es asistente de párvulos, y lleva tres años acompañando a Nitschelm a caleta El Cobre.

Conoció al astrónomo en un cumpleaños y decidió ir a una de las visitas. Eso fue en 2018, y desde entonces sólo la pandemia le impidió asistir a alguna salida. A la fecha, ha presenciado tres eclipses de Luna, además de otros fenómenos astronómicos.

“Es una experiencia muy bonita, que no se da todos los días. La gente es muy simpática, el profesor también, uno va haciendo amistades acá y aprende a valorar lo que tenemos”, detalla la joven, quien se asume como una de las más fieles acompañantes del astrónomo.

Una comunidad

Nitschelm conoce a muchas de estas personas y las llama por sus nombres. Es normal, pues han pasado muchas horas observando el cielo, conversando y compartiendo desde que existen los tours.

El astrónomo explica que la idea detrás del programa no es otra que hacer divulgación, que es una de las obligaciones de cualquier universidad. Y aunque evita entrar en comparaciones, reconoce que salidas a terreno como las que él realiza no son frecuentes en el país.

“Aquí estamos enseñando en terreno, no estamos en el aula o a través de Internet, estamos en presencia de la gente y la gente puede hacer preguntas que son más pertinentes o menos pertinentes. Eso en Chile es muy poco común, porque si vas a San Pedro de Atacama… sí, te van a mostrar el cielo, pero allá se paga, acá no”, explica.

Las motivaciones del astrónomo para participar en este programa tienen que ver con su propia historia.

Christian Nitschelm se comenzó a interesar en la astronomía cuando tenía diez años, gracias un libro que le obsequió su madre en Navidad, y ya más grande solía hacer observaciones como aficionado junto a tres amigos franceses.

“Yo vengo de la astronomía de aficionados y jamás he parado de enseñar el cielo a la gente. Cuando estaba haciendo mi doctorado en París, iba a Dijon a observar el cielo y lo seguí haciendo cuando llegué acá”, relata.

Hoy con 64 años de edad y más de 50 haciendo divulgación, no tiene ganas de detenerse. “Esto me gusta, y no quiero dar a nadie más esta tarea, además que no sé si alguien más lo haría”, afirma convencido, mientras mastica un sandwich de queso sentado en una banca a la espera de un nuevo eclipse de Luna sobre las nubes en caleta El Cobre.